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Amadeo I es la tercera novela de la serie final de los Episodios nacionales de Benito Pérez Galdós, escrita en Santander y Madrid entre agosto y octubre de 1910, y publicada ese mismo año. Su título hace referencia a Amadeo de Saboya y su breve reinado en España entre 1871 y 1873.
Es la primera novela de los Episodios Nacionales que abandona el realismo y la correspondencia cronológica con la Historia, barajando los parámetros de tiempo y espacio como en un cuento fantástico. Para esta innovación literaria Galdós crea un nuevo personaje, Proteo (Tito) Liviano, escritor y periodista de El Debate, ferviente republicano, buen orador y afortunado galán en la amenidad de sus conquistas amorosas en el Madrid decimonónico. Con él, en la misma ensoñación, crea Galdós a Mariclío, llamada también “Tía Clío Mariana”, una especie de musa o personificación de la Historia de España, mujer de elevada edad, aspecto cambiante y conducta extravagante, «personaje numinoso omnipresente», que toma a Tito bajo su protección y le transforma en «duendecillo invisible» para que actúe de observador de los acontecimientos históricos y se los transmita a continuación.
La Primera República es el título de la cuarta novela de la serie final de los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós, escrita en Madrid, entre febrero y abril de 1911. Dedicada al periodo ejecutivo de la Primera República Española, la acción histórica transcurre en el año 1873.
Relata Galdós la partida de Amadeo a Lisboa, tras su abdicación, y la proclamación de la República, sus crisis ministeriales, y las sucesivas gestiones presidenciales de Estanislao Figueras, Francisco Pi y Margall, Nicolás Salmerón y Emilio Castelar. También se apuntan pasajes de las insurrecciones armadas de carlistas y cantonalistas.
Para el entramado fantástico, el escritor recurre de nuevo a los personajes creados en el anterior episodio, el periodista y mujeriego Tito Liviano –un álter ego parcial de Galdós– como narrador y Mariclío. Juega con ellos a poner en danza el concepto unamuniano de «intrahistoria», que Galdós nombra como «Historia interna», como explicará más tarde en Cánovas.