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Manuel Vázquez Montalbán (Barcelona, 1939 - Bangkok, 2003) es considerado uno de los más importantes testimonios del final del franquismo y de la transición española, así como una de las voces críticas más respetadas del país, es autor de una vasta obra que incluye los géneros de la crónica periodística, la poesía, el ensayo y la novela.
Se crio en la Plaza del Pedró, en el Raval, hijo único de una modista y de un militante del Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC); no conoció a su padre hasta los 5 años, cuando este pudo salir de la cárcel. Él mismo militó más tarde en ese partido lo que le valió la condena a tres años en 1962, donde escribió su primer libro, el ensayo Informe sobre la información, así como dos libros de poesía.
En 1969, gracias a César Alonso de los Ríos, arranca de veras su carrera periodística en la prestigiosa revista Triunfo bajo el seudónimo de "Sixto Cámara", un famoso periodista socialista decimonónico español, debutando con la sonada serie de artículos Crónica sentimental de España. Colabora además en diversas publicaciones como Solidaridad Nacional, Tele/eXprés, Por Favor y más tarde en El País e Interviú, en los que escribió hasta su muerte.
En 1967 publicó su primer poemario, Una educación sentimental, seguido en 1969 por Movimientos sin éxito. En este mismo año abandona la militancia activa, aunque no las ideas marxistas, y aparece su novela Recordando a Dardé junto a una serie de relatos. Y en 1972 publica la primera novela cuyo protagonista es el detective privado Pepe Carvalho, sin duda su personaje más popular, Yo maté a Kennedy. Carvalho se transforma en un referente de la novela negra española y en uno de los más destacados representantes de la misma a nivel internacional.
A partir de 1979, tras la obtención del Premio Planeta por Los mares del Sur, pudo «comprar tiempo para la literatura». Las dos últimas décadas de su vida estuvieron marcadas por una voluntaria y ambiciosa transformación de su carrera literaria. Ya no le bastaban la crónica o la novela negra. Ni tampoco la columna periodística. Sus nuevas novelas fueron más arriesgadas, más ambiciosas y más libres: El pianista (1985), una obra en la que puso todo su talento y en la que se pueden leer algunos de los pasajes más conmovedores y verdaderos de la peripecia de la Barcelona de los vencidos. Y la continuó con Galíndez (1991) o la monumental Autobiografía del general Franco (1992), donde un viejo escritor recibe el encargo de escribir una seudoautobiografía del dictador Francisco Franco que aprovecha para ofrecer su voz y su versión de la historia del tirano como contrapunto. Poco tiempo más tarde emprendió otra pesquisa de similar alcance en el Quinteto de Buenos Aires, obra en la que se preguntó por los resortes secretos del régimen argentino de Jorge Videla, responsable de la «desaparición» de multitud de opositores entre 1976 y 1983.
Recibió numerosos galardones en España y en el extranjero (entre ellos, el Premio Nacional de Narrativa (1995), el Premio Nacional de las Letras, el Premio de la Crítica de la República Federal de Alemania, el Premio Recalmare de Italia), y se convirtió en un autor de culto para los lectores de novela negra de Francia e Italia, sobre todo. Hasta el punto de ser homenajeado en otra conocida serie de novela negra: El comisario Montalbano de Andrea Camilleri.
Vázquez Montalbán falleció el 18 de octubre de 2003 debido a un paro cardíaco en el aeropuerto de Bangkok, la capital de Tailandia, tras una gira en la que había impartido en Australia y Nueva Zelanda. Tenía 64 años. Fue según su hijo un "compañero de viaje incómodo de la gauche divine" y un anarquista de corazón, así como un hombre generoso que regalaba prólogos y buscaba editoriales a los escritores. Además, no le bastaron ni el oficio de cronista ni el de historiador ni el de novelista. Había otro más amado: el de poeta. Lector reverente de Luis Cernuda, Gabriel Ferrater o Jaime Gil de Biedma, su abundante producción poética, iniciada con Una educación sentimental (1967) y reunida en diversas entregas a lo largo de su vida, muestra la continuidad de ciertas líneas personalísimas, como una gran delicadeza y atención a la experiencia social y un oído muy fino ante las exigencias de la tradición, cuyas cuerdas más sensibles e innovadoras modificó y acrecentó.
A caballo entre el ensayo histórico y la ficción novelesca, Manuel Vázquez Montalbán llevó a cabo un estudio exhaustivo y documentado reflejado en un libro que no es por ello menos emotivo o apasionante, y aborda uno de los personajes más turbios del pasado histórico español. Marcial Pombo, un viejo y oscuro escritor de pasado antifranquista, recibe de un editor el encargo de escribir una biografía de Franco narrada en primera persona. Pombo acepta el encargo, pero según va escribiendo, no puede evitar contrastar, primero con prudencia, después ya con descaro, la versión del dictador con la suya propia. Esta obra es, pues, una doble autobiografía: la apócrifa de Franco, en la que este, sin quererlo, aparece como un ser frío, mezquino, estrecho de miras y progresivamente desconectado de la realidad, y la de Marcial Pombo, su contrapunto, que muestra la violencia, la miseria y la manipulación histórica que ejerció el régimen del general.
Eduardo Haro Tecglen lo describió como un arriesgado ejercicio esquizofrénico: Vázquez Montalbán es, en este libro, él mismo y es el general Franco, y es el intelectual de izquierdas que a su vez se desdobla en Franco para escribir una biografía del siniestro personaje y para apostillarla, comentarla, desmentir lo que él mismo está escribiendo, anotarse para hacer su comentario, lamentar no tener pruebas para poder contar algunas cosas duras y trágicas de la historia, y del día, que sin embargo cuenta: pero como dudando de sí mismo. Vázquez Montalbán pinta con trazos firmes un régimen fuertemente personalista y esto implica que en todo un país, es más, en el mundo entero, solo una persona está en posesión de la verdad pasada, presente y futura. Pero la frase que mejor define la necesidad, entonces y ahora, de este libro está en boca del personaje escritor de la Autobiografía:
“Sin prisas pero sin pausas le estamos olvidando general y olvidar el franquismo significa olvidar el antifranquismo, el esfuerzo cultural ético más generoso, melancólico y heroico en el que se resistieron puñados de mujeres y hombres de la raza de (…) No quiero hacer un inventario de mártires, ni de laceraciones, ni de tiempo perdido. Me temo que dentro de cincuenta años los diccionarios enciclopédicos audiovisuales irán reduciendo el capítulo dedicado a usted: cuatro imágenes, cuatro gestos, cuatro situaciones y una voz en off obligada al resumen y a la objetividad histórica”.
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