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Publicado sólo dos años después de La Máquina del Tiempo, La Isla del Doctor Moreau (1896) fue el segundo del gran cuarteto de ciencia ficción de H.G. Wells. Validó su presencia en la escena literaria internacional. Muchos escritores, "Private Gentlemen" (caballeros que hicieron su dinero a la antigua usanza: heredándolo; siendo, además, muy reservados y que nunca parecían salir de su finca ni hablar con la gente) como el protagonista de H.G. Wells, Prendick, lo vieron como un pequeño advenedizo mocoso, pero con el éxito de esta segunda novela se vieron más o menos obligados a reconocer su talento. La verdadera fuente del éxito de Wells, sin embargo, no estaba necesariamente en su incisivo comentario social sino más bien en su resonancia con el creciente interés público y la controversia sobre las posibilidades y límites de la ciencia. En 1896, Inglaterra estaba ya en la Segunda Revolución Industrial y había desarrollado una gran confianza en la capacidad de la ciencia para resolver problemas. El darwinismo había demostrado a muchos que los humanos y los animales no eran productos acabados e inmutables, sino subconjuntos flexibles de una biosfera en constante evolución. Con esta realización llegaron los sueños de la eugenesia, de perfeccionar a los humanos y animales por medio del laboratorio y la mano del cirujano.
Sin embargo, a este movimiento no le faltaban oponentes, y la vivisección era uno de los "horrores de la ciencia" más comúnmente pregonados. A medida que Inglaterra se acercaba al cambio de siglo, muchos lectores eran cada vez más conscientes de las cuestiones éticas y morales que rodeaban a las nuevas prácticas científicas y tecnológicas. Con su historia del injerto de animales en el hombre, Wells fue capaz de aprovechar este miedo, tanto defendiéndolo como explotándolo. El Dr. Moreau tipificaba la imagen del frío y calculador cirujano que realizaba atrocidades con distancia objetiva y una indiferencia poco compasiva hacia los sentimientos de sus súbditos. Como le dice a Prendick, "El dolor y el placer... son para nosotros, sólo mientras nos retorcemos en el polvo". Aún así, Wells tiene cuidado de no convertir a Moreau en un mero monstruo; no es como sus creaciones. Más bien, Wells se esfuerza en retratarlo como un hombre consumido por la curiosidad intelectual, un hombre que desea probar a toda costa los límites de lo que se puede y no se puede hacer. Este es quizás el tema universal de la ciencia ficción.
La isla del Doctor Moreau era también, en parte, una continuación de la crítica social que Wells había iniciado en La máquina del tiempo, presentando a un protagonista algo inútil y aristocrático que se encuentra lamentablemente desprovisto de la capacidad de enfrentarse a sus circunstancias y que a menudo debe someterse a la misericordia de los hombres bestia comunes. Además de jugar con las barreras de clase, la novela también incluía muchas parodias sutiles de la religión organizada (la recitación de la Ley, la deificación de Moreau, etc.), que engendraron una pequeña ráfaga de indignación. Sin embargo, frente a su inmensa popularidad, estas objeciones se mantuvieron más o menos apagadas. En el momento de la publicación de la novela en 1896, había un creciente debate en Europa sobre la degeneración y la vivisección animal. Se formaron varios grupos de interés para oponerse a la vivisección, siendo los dos más grandes la Sociedad Nacional Anti-Vivisección en 1875 y la Unión Británica para la Abolición de la Vivisección en 1898. La Isla del Dr. Moreau refleja estos temas, junto con las ideas de la evolución darwiniana que estaban ganando popularidad y controversia a finales del siglo XIX.
Wells utiliza, como en todas sus obras, la historia para polemizar sobre diversos temas. Se refiere a los Hombres Bestia como "travestis" y "burlas" de la humanidad. A través de Prendick, da a
entender que no importa cómo Moreau o cualquier otro los ponga juntos, los animales son por naturaleza animales, no hombres. Así que enfatiza las cualidades de la humanidad que existen fuera de un cuerpo físico. La teoría de Darwin desafió esta barrera metafísica sugiriendo que los humanos eran simplemente animales excepcionalmente bien evolucionados, y Wells parece estar tratando de afirmar el excepcionalismo humano. Lo que Prendick parece encontrar más humano en los Hombres Bestia es su constante conciencia de su inadecuación. Es decir, son conscientes y están deseosos de un ideal que no pueden alcanzar, y esta deficiencia los hace infelices.
Montgomery proporciona una perspectiva alternativa, e introduce un grado de relatividad al tema. Separado de otros hombres durante tanto tiempo, se ha acercado mucho más a los Hombres Bestia, y no hace una distinción tan clara entre ellos y él mismo como lo hace Prendick. Tal vez como resultado de la variación en los experimentos del Dr. Moreau, los Hombres Bestia no son uniformes en sus grados de bestialidad frente a la humanidad; además, algunos animales están por naturaleza más cerca de los hombres que otros.
Aunque las acciones de Moreau son abominables, Wells no creó un antagonista unidimensional. Impulsado por la curiosidad científica, Moreau carece de compasión. Esta objetividad científica es comprensible, aunque humanamente inexcusable. Aún así, sus acciones no son puramente objetivas; al contrario, son el resultado de su deseo abrumador de causar "progreso" científico. Esta peligrosa motivación es más familiar para los lectores que un simple impulso para causar daño.
A pesar de su socialismo, que se basaba en la esperanza del progreso social mediante el uso de la razón, Wells aprovechaba una preocupación común sobre la marcha amoral del "progreso", a saber, el riesgo de que éste pueda corromper y abrumar las sensibilidades naturales de los hombres con sus promesas de perfección brillante y eficaz. Mucha gente en su época se preocupaba de que el hombre sobrepasara su autoridad y entrara en el dominio de la divinidad. Las vivisecciones de Moreau expresan los peligros de la ciencia y la tecnología. El discurso del Doctor Moreau a Prendick en defensa de sus actividades es especialmente relevante: como hombre de razón afirma, entre otras cosas, que el dolor y el placer son irrelevantes.
Como en su anterior trabajo, La máquina del tiempo, Wells juega con las expectativas y distinciones de la clase. Su protagonista, un caballero educado y rico, se encuentra bastante inútil entre la cruda practicidad y simplicidad de la comunidad isleña. El grueso de esta sociedad está formado por la raza creada por Moreau de subhumanos (que representan a la clase baja explotada), con Moreau como dictador y Montgomery como segundo al mando. Los acontecimientos de la historia proporcionan un relato poco halagador del gobierno autoritario. Recordando las simpatías de clase de Wells y su posterior comunismo, uno podría tomar la novela como una acusación de la estratificación social en general. Los Hombres Bestia incluso toman una venganza marxista hacia el final de la historia, un levantamiento universal contra sus gobernantes que resulta en la muerte o expulsión de todas las figuras de autoridad. En este punto, sin embargo, su elección de volver a la bestialidad les permite escapar de las limitaciones de la humanidad impuesta por Moreau.
Los mandatos y prohibiciones que Moreau inculca en las mentes de sus criaturas se conocen colectivamente como la Ley, y son lo que une a los Hombres Bestia con la visión de Moreau de la humanidad vivificada. Pero como no tienen recuerdos de vidas pasadas antes de la mesa de operaciones de Moreau, la creencia de los Hombres Bestia en su humanidad se basa casi enteramente en la fe. En ese sentido, su búsqueda de la humanidad es comparable a la pureza espiritual que buscan los seguidores de muchas religiones; creemos que estamos destinados a ser algo más de lo que somos hoy en día.
La Ley es, como se menciona varias veces en la narración, una letanía. También es significativa la recitación de la Ley, que es análoga al fervor de muchos rituales religiosos. Es decir, cuando los Hombres Bestia invocan la Ley, regurgitan el texto como un conjuro, balanceándose hacia adelante y hacia atrás y golpeando un ritmo de sus cuerpos y sus alrededores. El Creador de la Ley funciona entonces como su sacerdote, uniendo a la comunidad en una teocracia definida por la idea de Moreau de lo que separa a los hombres de los animales.
Debido a que Wells escribe desde la perspectiva en primera persona de Prendick, el lector nunca capta todos los detalles de los eventos a menos que Prendick lo haga él mismo. Esta confusión refleja las imperfecciones naturales de un narrador que no es omnisciente. Se incrementa por los vagos detalles del pasado de Montgomery y Moreau, el borroso embrollo filosófico de los Hombres Bestia (que no son ni bestias ni hombres, pero que también son tanto bestias como hombres), y la incierta perspectiva del rescate. La mayoría de los personajes de Wells se ven así despojados de su capacidad de alterar el mundo según sus propios deseos y creencias, quedando reducidos casi a la deriva, arrastrados impotentes por la corriente de los acontecimientos. Llegar al punto de una revuelta independiente es una hazaña. Este es un método para inspirar desolación y desesperación entre los lectores, que llegan a sentirse tan ineficaces como Prendick. Después de todo, los lectores no tienen forma de alterar los eventos; lo mejor que podemos hacer es intentar pensar en un relato objetivo de los eventos como si no estuviera mediado por Prendick. Este mundo también sugiere que el hombre no es el centro de su universo; incluso Moreau finalmente no controla todo en una sola isla. Los individuos siempre deben estar limitados hasta cierto punto por la sociedad y las circunstancias.
En el peor de los casos, sin embargo, las circunstancias naturales son neutrales, no maliciosas. El encuentro casual con una nave es lo que salva la vida de Prendick (dos veces, de hecho). En otras palabras, para bien o para mal, la naturaleza seguirá su curso, y un científico intenta minimizar la confusión sobre el mundo natural comprendiendo sus patrones.
Así como la Ley se asemeja a los mandamientos religiosos, los habitantes de la isla son análogos a ciertos elementos y personajes de la Biblia. Por ejemplo, Moreau representa a Dios con su estereotipada barba y pelo blanco, su incuestionable autoridad, su capacidad para crear nuevas criaturas y su papel como distribuidor de placer y castigo. Pero no es un verdadero Creador en el sentido bíblico, ya que no puede crear la forma humana, ni siquiera puede imitarla perfectamente. Aspira a ser Dios pero sólo produce monstruos.
Montgomery ocupa el lugar de Cristo en el universo insular. Con un rostro de oveja, una afición tanto por los Hombres Bestia como por los hombres propiamente dichos, y ciertas tendencias mesiánicas (como su intento fatal de terminar el trabajo de Moreau alimentando a los Hombres Bestia con brandy en una especie de comunión retorcida), es el puente en la jerarquía religiosa. Y la serpiente del Edén aparece en la descripción de Moreau de un "experimento fallido" parecido a una serpiente que aterrorizó la isla antes de que Montgomery la destruyera finalmente.
La obra ha sido objeto de multiples adaptaciones cinematográficas. Las más conocidas son:
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