400 años de teatro de Molière

 Obras disponibles en la Biblioteca de La Rioja.

Jean-Baptiste Poquelin, llamado Molière, nació en París en 1622. Era hijo del tapicero real, al que llegó a sustituir en su empleo, pero pronto se relacionó con la familia de comediantes Béjart. En 1643, Jean-Baptiste firmó con los Béjart el acta de constitución del Ilustre Teatro. La directora será Madeleine Béjart, de la que el escritor se enamorará y a la que sucederá un año después, ya con el sobrenombre de Molière. Tras varios fracasos, Molière fue encarcelado por deudas, tras lo cual dejó París y se convirtió en actor durante cinco años. En esta época se formó en el oficio de comediante y dramaturgo, escribiendo su primera comedia, El atolondrado.
Al volver a París, protegido por Monsieur, hermano del rey, interpretó ante Luis XIV una tragedia, que aburrió, y una farsa, que divirtió. Molière tenía un gran talento cómico; su voz y su mímica desencadenaban las risas. Pronto la compañía alcanzó una reputación inigualable en lo cómico y el rey los instaló en el Petit-Bourbon, en donde actuaba alternándose con una compañía italiana. La primera de las grandes comedias de Molière, Las preciosas ridículas, consiguió un éxito enorme y confirmó el favor del rey, que trasladó a la compañía en 1660 al Palacio Real.
En 1662, Molière se casó con Armande Béjart, hermana de Madeleine, que tenía unos veinte años menos que él. El mismo año abordó un tema poco corriente en su época, la condición de la mujer, en la comedia La escuela de las mujeres, que fue un gran éxito. Los devotos y beatos, que consideraban a Molière un libertino y temían la influencia que ejercía sobre el rey, declararon obscena e irreligiosa esta obra. Además, la protección del rey despertó celos en otras compañías teatrales, ya que en 1664 se nombró responsable de las diversiones de la corte a Molière. Éste puso en marcha Los placeres de la Isla encantada y representó La princesa de Élide, en donde mezclaba texto, música y danza, y recurría a máquinas sofisticadas. Ese mismo año Molière escribió Tartufo, en la que denunciaba la hipocresía religiosa. El escándalo que se levantó entre los beatos fue de tal calibre que el rey prohibió durante cinco años la obra. Pese a ello, poco después, la compañía se convirtió en la Compañía Real.
Durante los dos años siguientes, Molière enfermó. Actuó de modo irregular, pero siguió escribiendo, en especial El misántropo, en la que expresa su amargura tras su separación de Armande, y El médico a palos. Trató entonces de volver a representar Tartufo con otro título, pero al día siguiente se prohibió la obra. La prohibición sobre el Tartufo se levantó finalmente en 1669 y entonces la obra alcanzó un enorme éxito.
Su última obra es El enfermo imaginario. Sufrió un ataque en el curso de la cuarta representación y murió en su domicilio, sin renegar de su profesión de actor, considerada inmoral por la Iglesia. Bajo la ley francesa de aquel tiempo, no estaba permitido que los actores fueran enterrados en el terreno sagrado de un cementerio. Sin embargo, la viuda de Molière, Armande, le pidió al rey que su cónyuge pudiera tener un funeral normal aunque por la noche. El rey accedió y Molière fue enterrado en la parte del cementerio reservada a los niños no bautizados.

El teatro de Molière
Se ha demostrado que la filosofía de fondo de Moliére procede de Gassendi, como ya advirtió Voltaire. Una de sus pocas amistades fue el poderoso tutor del rey Luis XIV, el filósofo escéptico François de La Mothe Le Vayer, y hay mucho escepticismo y pirronismo lamothiano cuidadosamente encubierto en Molière.
Molière lleva a su culmen la comedia de costumbres y la comedia de carácter, aunque también utilizó los géneros de la farsa, la comedia de intriga y la comedia-ballet; para esta última trabajó solo con los músicos Jean-Baptiste Lully y Marc-Antoine Charpentier. Y aunque sus personajes son fruto de una cuidadosa observación de la realidad, son a la vez universales, tal como recomendaba Horacio; poseen siempre algún rasgo desmadrado y exagerado que constituye la raíz de su comicidad, de manera que el tema general de su teatro es moral y viene a reducirse a un ataque contra todo exceso: la demasiada franqueza de El misántropo, el desmesurado afán de quedar bien en sociedad de El burgués gentilhombre, el deseo inmoderado de atesorar de El avaro, la abundante piedad e hipocresía del Tartufo y, junto a esto, una defensa de la moderación y el equilibrio que propugnaba un sano clasicismo. Asume todas las unidades aristotélicas de acción, tiempo y lugar, y añade además la de estilo, por lo que su teatro es considerado una prolongación de la comedia clásica grecolatina.​
La crítica lo ha interpretado de tres maneras: como un libertino, como un naturalista o como un maestro del sentido común, y es lo cierto que todas estas perspectivas confluyen y es difícil juzgarlo sin alguna de ellas. Por otra parte, su clasicismo hace que sea adaptable a cualquier ideología, estética o época antigua o moderna.
A causa del influjo que sobre Molière ejercieron las farsas italianas de la Commedia dell'Arte, sus obras poseen un abundante subtexto no verbal, por lo que requieren de actores muy formados que puedan garantizar una adecuada representación.
Utiliza el verso en unas obras y la prosa en otras, y recurre a todas las formas de comicidad visual, de situación y verbal; de este último tipo, usa la ambigüedad, la repetición, los apartes, el quid pro quo, los malentendidos, el diálogo de sordos, el elogio paradójico o irónico (en el Dom Juan, el valet Sganarelle hace un elogio del tabaco, mientras que su señor lo hace de la infidelidad amorosa y de la hipocresía), la antífrasis y las parodias, y logra armonizar diferentes estilos o registros en el mismo personaje jugando sobre todo con la hipérbole (los personajes principales son a menudo afectados por una manía que lleva al extremo de los grotesco o improbable, dando lugar a la comicidad), pero también con la repetición y la simetría. También recurre a la amphigouri o bernardina.
Y aunque en su época le reprocharon haber recurrido a un género considerado bajo y vulgar como la farsa, su amigo el clasicista Nicolás Boileau asistía a sus estrenos y reía en ellos de buena gana, aunque denunciaba en su L'Art poétique las disparidades de tono y lo que juzgaba debilidades en la obra de Molière.​
La estructura reiterada de sus comedias se centra en el fallo único de un héroe, aislado en su delirio imaginativo (enfermedad imaginaria, avaricia, devoción, esnobismo, etc.), que causa problemas dentro de una familia y se convierte, según la convención literaria, en un obstáculo para el matrimonio de los amantes; en consecuencia, otra novedad, el carácter del personaje determina directamente la trama.

 

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